Capítulo III (Parte 2): Érase Una Vez en el Oeste

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Ceiba del Agua: Poblado Agrícola (Parte 2)

Características de la Agricultura Cubana Después del Triunfo de la Revolución (Parte 2).


Después del caluroso saludo y de degustar una humeante taza de café y un vaso de café con leche caliente, toda la familia nos poníamos al día de los últimos acontecimientos del pueblo, la provincia y el país y era inevitable comentar también las últimas medidas tomadas por el gobierno, en este caso, estaban de moda las famosas “iniciativas” agrícolas que, por ese orden, también afectaban a Ceiba del Agua, La Habana y Cuba.

 

Unos meses atrás la máxima directiva del país había ordenado la demolición de miles de hectáreas de terreno ocupadas en ese momento por palmares, árboles frutales y maderables con el objetivo de “incrementar la cantidad de tierra cultivable del país”, iniciándose de esa forma, la mayor destrucción de recursos agrícolas naturales de que se tengan noticias en la historia de Cuba contemporánea. Para ello, se fundó la “Brigada Invasora Che Guevara”, que estaba equipada con más de medio millar de equipos pesados, entre ellos, camiones de volteo, tractores de estera, buldóceres, motoniveladoras, remolcadores de tanques y otros implementos; la misma era dirigida por oficiales del ejército rebelde y tenía una estructura militar. El impacto ambiental causado por esta brigada en los campos de Cuba es imposible de poder valorar, pero marcó definitivamente el destino de la agricultura cubana.

 

Como consecuencia de esta “iniciativa”, la mayoría de las frutas desaparecieron rápidamente de los mercados. Frutas tales como caimitos, zapotes, mameyes, anones, guanábanas, tamarindos, limas, mamoncillos y granadas se esfumaron definitivamente de los mercados habaneros y otras como naranjas, limones, piñas, melones y guayabas solo se encontraban con algunos vendedores particulares furtivos, que aun subsistían, o en los mercados estatales, en determinadas épocas del año a precios cada vez menos asequibles.

 

En Ceiba del Agua, que dependía esencialmente de la producción agrícola, uno de los terrenos más afectados por esta medida fue la siempre próspera finca de los Abreu, que bordeaba todo el lateral norte del pueblo frente a la calle Real y que estaba delimitada por una rústica cerca de piedra en todo su contorno, muy utilizada por los pobladores para acomodarse, fumarse un buen tabaco y realizar alguna que otra tertulia. Recuerdo que esta finca contaba con frondosas arboledas de frutas de todo tipo y muy bellos palmares y entre ellos, se intercalaban sembrados de plátano, malanga, boniato, frijoles y otros productos agrícolas durante todo el año, que suplían totalmente las necesidades del pueblo y en gran parte se llevaban a la capital para su comercialización.

 

Uno de mis pasatiempos favoritos cuando visitaba con mis padres a Ceiba era ir, acompañado de mi padre y algunos de mis primos, a cazar a la finca de los Abreu, porque en las ramas de sus numerosos árboles o en los terrenos de sus sembrados, pululaban muchas aves silvestres tales como, palomas torcazas, rabiches y tojosas, escurridizas codornices y en algunas ocasiones también teníamos la suerte de encontrarnos con alguna bandada de guineos jíbaros. Primeramente, íbamos con rústicos tirapiedras fabricados por nosotros mismos, muy económicos, pero de escasa precisión; un tiempo después mi padre me regaló una flamante escopeta de pellets, quizás proveniente de algún decomiso en alguna mansión de Miramar, lo que causó gran alegría en los pequeños “cazadores”, que nos turnábamos y esforzábamos en demostrar nuestra puntería, bajo el asesoramiento de mi padre, siendo muy escasas las ocasiones que dábamos en el blanco – para suerte de los infelices pájaros -, pero que era motivo de una gran emoción para todos nosotros. No tengo que explicar que, con la demolición de todas aquellas arboledas y sembrados, aquel feliz y apasionante entretenimiento pasó rápidamente al olvido.



Niño Utilizando Un Tirapiedra


Rifle de Pellets


Al concluir la visita a la casa de mis abuelos paternos, siempre hacíamos un recorrido a pie por las principales calles del pueblo con destino a la casa de mis abuelos y tíos maternos que vivían casi al otro extremo del pueblo, saludando a nuestro paso a muchos amigos y conocidos de mis padres. En ocasiones, este extenso recorrido yo lo hacía en patines, que era otro de mis entretenimientos preferidos. Mis patines eran metálicos, de cuatro ruedas montadas en balines y se amarraban con unas correas de piel y una hebilla a un lado del tobillo, ajustándose en los bordes de los zapatos con una llave metálica.



Patines de Acero de Cuatro Ruedas


Comenzábamos nuestra caminata - o mi patinaje -, trasladándonos hasta el final por esa calle hasta donde comenzaba la calle del medio del pueblo y doblábamos por esa esquina a la izquierda. Precisamente, a unos cuantos pasos del costado derecho de esa esquina se encontraba uno de los lugares más emblemáticos de Ceiba del Agua, “El Paradero”. Desde mucho tiempo atrás, Ceiba contaba con una estación de ferrocarril, que fue denominada “El Paradero de Ceiba” o simplemente “El Paradero”. Desde sus inicios, el tren de pasajeros que iba de Guanajay a La Habana tenía una parada obligatoria en “El Paradero” y este lugar siempre estuvo concurrido por muchos pobladores que esperaban el arribo del tren. Durante los años 60, se mantuvieron las operaciones de “El Paradero” y continuaron los arribos de trenes, fundamentalmente de carga, que hacían su parada para reponer de agua a la locomotora. Algunos de estos trenes, trasladaban caña hacia los centrales azucareros y recuerdo que mis primos y yo nos entreteníamos jugando a los escondidos y otros juegos infantiles en ese lugar esperando que llegaran, y cuando paraban, nos subíamos a los vagones a proveernos de las dulces y frescas cañas de azúcar que traían, las que pelábamos y consumíamos en el lugar.


Continuando por la calle del medio, llegábamos hasta la esquina de la calle donde vivía una de mis queridas tías maternas con toda su familia. En esta esquina, se encontraban una bodega y una ferretería, antiguas propiedades de gallegos que, como muchos otros, habían llegado a la isla mucho tiempo antes y se habían quedado a vivir en el pueblo. Ya en la próxima esquina a la derecha estaba la calle donde, a mediación, se encontraba la humilde casa de mis abuelos maternos. Construida de madera, con techo de tejas y piso de cemento pulido, contaba con un pequeño portal, una sala amplia muy iluminada y ventilada, un cuarto, una cocina-comedor y al final, un pequeño patio semi pavimentado, donde mis abuelos criaban gallinas y sembraban algunas plantas para apoyar la cocina, como limón, naranja agria y ají cachucha y otras de carácter medicinal, muy efectivas para los urgentes remedios caseros. En la esquina de esta calle, estaba ubicado un siempre concurrido establecimiento gastronómico, que combinaba las funciones de bodega, bar y cafetería y que era nombrado por todos como la  “Bodega de los Mayitos”, donde, durante todo el día y hasta altas horas de la noche, no faltaba el estridente sonido de las vitrolas, reproduciendo las canciones más famosas de la época y siendo además sitio apreciado por los caballeros del pueblo para, en su larga barra de madera pulida, jugar al cubilete, acompañados de una cerveza bien fría o de un ardiente trago de ron.



Vitrola de Discos de Vinilo

Juego de Dados (Cubilete)


En realidad, me quedan muchos lugares importantes que mencionar que posee este entrañable pueblo del oeste de la ciudad de La Habana, los cuales me traen muy gratos recuerdos y no quisiera omitir ninguno de ellos, pero como es de suponer, sería excesivamente larga esta narración, por lo que me referiré solamente a tres que, a mi entender, son los más significativos y conocidos por todos. Entre ellos, no podría dejar de mencionar el hermoso parque de Ceiba del Agua, que acoge en su área una espléndida y famosa iglesia, la parroquia San Luis Gonzaga, santo patrón del poblado, el que muchas veces visité y compartí con mis familiares más allegados; la Logia masónica de Ceiba del Agua, Orden Caballero de la Luz, donde mi padre fue honroso miembro y, por último, el Instituto Cívico Militar, que fue el primero de su tipo inaugurado en Cuba, que proporcionaba a más de un millar de niños y niñas una excelente educación, salud y deportes.




Parque Central de Ceiba del Agua

Logia Masónica de Ceiba del Agua

Instituto Cívico Mílitar de Ceiba del Agua


Parte anterior: Parte 1

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3 comentarios

  1. Muy buen capítulo...Con cada uno voy conociendo un poquito más de Cuba.
    Lo felicito y gracias por compartir.

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  2. Bonitos recuerdo, gracias por existir y darnos la oportunidad de conocer lo que otros no vivimos. Excelente!!! Lo felicito y espero más, ya que me nutre de conocimiento sus experiencias y realidades de lo que fue nuestra Cuba. Gracias.

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  3. Muy interesante tus narraciones con unas descripciones formidables. Aprovecho a saludar y desearles mucha salud a toda la familia. Recordar es volver a vivir

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