Capítulo XVIII: Sube el Telón, Baja el Telón

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Mascaras





- Sube el telón - Para festejar por todo lo alto aquel fin de curso de estudios secundarios, recuerdo que cada grupo de la escuela debía realizar una iniciativa y para ello, mi grupo de octavo grado decidió presentar una obra de teatro, entonces, nuestra profesora guía, conjuntamente con la Directora de la secundaria, hizo las coordinaciones pertinentes con el Ministerio de Cultura para que nos proporcionara un asesor profesional que dirigiera la puesta en escena de la dichosa obra, que resultó ser una simpática comedia teatral, escrita por Enrique Núñez Rodríguez, nombrada “Dios te salve, Comisario”; inteligente sátira que reflejaba una muy aguda crítica social sobre el antagonismo latente entre el más arraigado ateísmo promulgado por el gobierno y las más arraigadas costumbres religiosas de una parte importante de la población, todo ello, desarrollado en el contexto de una bella historia de amor entre dos jóvenes pertenecientes a familias ideológicamente contrapuestas, donde al final - como es lógico – triunfaba el amor por encima de todas las diferencias. Recuerdo que el asesor cultural resultó ser un no muy conocido actor de la televisión, pero que demostró ser bastante hábil en la dirección de nuestro proyecto teatral, quién, al presentarnos todos los interesados al improvisado casting, me seleccionó para que interpretara uno de los protagónicos, el papel del malhumorado y esquemático “Comisario”. Después de varias semanas de torturantes ensayos, prácticamente diarios, por fin, llegó el tan esperado día del estreno de la obra, el cual se hizo en el teatro de la escuela a sala llena, repleta de padres y maestros sinceramente emocionados y estudiantes desagradablemente bromistas. Aunque tuvimos varios ligeros contratiempos, porque a algunos se les olvidó alguna parte del libreto y a otros se les cayó la falsa barba postiza, lo que provocó, como es de suponer, una enorme explosión de risas y chiflidos por parte de los espectadores, la presentación resultó ser todo un éxito y una total y prolongada ovación no se hizo esperar y recompensó nuestro casi perfecto desempeño, y puedo decir sinceramente que, a partir de ese momento, perdí mucho más mi timidez y fui un poco más popular y conocido entre la población femenina de la escuela, lo que, por supuesto, aproveché con creces. A pesar de que aquella interpretación sería la primera y última actuación histriónica de toda mi vida, la misma despertó en mí el gusto por el teatro, al que, después de eso, asistía con relativa frecuencia, siguiendo muy de cerca las mejores presentaciones de cada momento.



Cartel


Mi despertada preferencia por las artes escénicas no era ni remotamente una excepción pues, el pueblo habanero disfrutaba en gran medida de esta demostración de las buenas artes y concurría frecuentemente con su familia a los numerosos teatros que se localizaban en diferentes puntos de la ciudad, como muestra de una acentuada y reconocida cultura.


Los había para todas las edades, gustos y preferencias, comenzando por referirme al Teatro Nacional de Guiñol, localizado en los bajos del edificio Focsa, en el Vedado capitalino, que agrupaba a los mejores titiriteros de Cuba y gozaba de la preferencia de los más pequeños de la familia, quienes colmaban completamente la instalación en cada una de sus funciones. Para los amantes de la danza clásica, sobresalía el Gran Teatro de La Habana, emplazado en el mismo sitio donde se encontraba el antiguo y muy famoso Teatro Tacón, siendo la sede por excelencia del Ballet Nacional de Cuba; con su estilo neobarroco, resultaba ser una verdadera joya arquitectónica situada en el mismo corazón de La Habana Vieja, colindando con el Capitolio Nacional y el Parque Central. A un costado de la Plaza de la Revolución, se erigía el moderno Teatro Nacional, con las magníficas presentaciones de las agrupaciones de Danza Contemporánea, Conjunto Folclórico Nacional y otras afamadas compañías. Otro de los más concurridos era el Teatro Mella, antiguo Teatro Rodi, con capacidad para 1.475 personas; estaba situado en la calle Línea, entre A y B, en el Vedado y se caracterizaba por una excelente acústica e iluminación. Emplazado en la Avenida Primera, entre las calles 8 y 10, en Miramar, se encontraba el colosal Teatro Karl Marx, originalmente llamado Teatro Blanquita, rebautizado después de 1959 como Teatro Charlie Chaplin y tomando su nombre actual en 1975, tras celebrarse en él el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Con una capacidad de 5.500 espectadores estaba entre las salas de teatro más grandes del país, y generalmente era utilizado para presentar los mayores espectáculos de artistas famosos nacionales y foráneos, entre los que se destacaban, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Beatriz Márquez, Dyango, Álvaro Torres, Danny Rivera, Fito Páez y Billy Joel. En este enorme recinto teatral, también se hacían divertidas presentaciones de famosos grupos humorístas como Pagola la Paga, Punto y Coma, La Seña del Humor y otros. Existían otras salas, de más pequeño formato, pero que contaban también con la preferencia del público como, por ejemplo: Fausto, Musical, Hubert de Blanck, Trianón, Bertolt Brecht, El Sótano, Miramar, Raquel Revuelta y muchas más.



Gran Teatro

Teatro Nacional

Teatro habanero


De forma premeditada dejé para el final la mención de dos de los teatros más admirados y preferidos por mí, estos eran, el Teatro Martí y el Teatro Amadeo Roldán, de los cuales, guardo los más agradables recuerdos.


Mi favorito siempre fue el Teatro Martí, ubicado en la calle Dragones entre Zulueta y Prado, en La Habana Vieja, este era el recinto supremo de la expresión artística y cultural del pueblo habanero, por su innegable valor histórico y patrimonial. La majestuosa edificación de estilo neoclásico, a tres niveles, con capacidad para 2.500 espectadores, fue inaugurada el 8 de junio de1884. Esta instalación se convirtió desde su inicio en uno de los sitios preferidos de la población habanera por su selecta programación de obras clásicas de los más famosos autores del género costumbrista, tales como "Rosa la China", de Ernesto Lecuona; "Soledad", "Amalia Batista" y "María Belén Chacó", de Rodrigo Prats; y "Cecilia Valdés", de Gonzalo Roig. Por sus tablas pasaron figuras de la talla de Rita Montaner, Rosita Fornés, Armando Bianchi, Enrique Arredondo y otros, y fueron representados personajes inolvidables del teatro bufo cubano como el famoso “negrito”, el “gallego” y la “mulata”, que nos regalaron tantos divertidos momentos con sus ocurrencias y picarescas interpretaciones.



Teatro de La Habana Vieja


El Teatro Martí, al igual que todos los demás citados anteriormente, fue intervenido al triunfo de la revolución, y permaneció ofreciendo sus funciones hasta 1965, cuando detuvo su programación para recibir una reparación por unos meses; después, al no ser suficiente esta acción y seguir acrecentándose su grado de deterioro, cerró sus puertas nuevamente en 1974, permaneciendo en estas condiciones por casi 40 años, tiempo en el que se convirtió prácticamente en una lamentable ruina. Al concluir una compleja y larga restauración emprendida por la Oficina del Historiador de La Habana, se logró su reapertura en el año 2014, con una renovada reposición de obras clásicas como Cecilia Valdés, María la O y otras antológicas zarzuelas cubanas. También en él se ofrecieron algunos conciertos de música de cámara e interpretaciones musicales de afamados compositores y músicos cubanos. Nuevamente, solo al cabo de seis años de su reconstrucción, el Teatro Martí volvió a sufrir otra paralización producto de la pandemia de COVID-19, cuando una vez más cerró sus puertas, existiendo la gran preocupación en ese momento de no saber por cuanto tiempo podría estar en estas condiciones y la incertidumbre de si era capaz de sobrevivir a otro cierre prolongado. Sin embargo, increíblemente, como el ave fénix renaciendo de sus cenizas, volvió a abrir sus puertas a finales del año 2021, para gran regocijo de los habaneros que lo adoraban, permaneciendo brindando sus funciones con altas y bajas hasta la actualidad, con muchas limitaciones, en espera de una inevitable futura paralización, debido a que, como ya se hizo costumbre, continuó estando totalmente desatendido.


Muchas fueron las ocasiones que después de degustar un exquisito sándwich cubano acompañado de alguna bebida en la cafetería El Carmelo ubicada en la calle Calzada entre D y E, en el Vedado, me dirigía presuroso a presenciar, justo al frente, uno de los estelares espectáculos musicales que se ofrecían en el Teatro Amadeo Roldán, otro de mis preferidos. Esta emblemática instalación de la cultura habanera, verdadera joya arquitectónica, fue inaugurada en 1929 con el nombre de Teatro Pro-Arte Musical, Auditórium de La Habana y después de 1959, cambió su nombre por Amadeo Roldán, en conmemoración del famoso compositor musical cubano, sirviendo de sede a la Orquesta Sinfónica Nacional.



Sandwich

Teatro Auditorium


La muy prestigiosa edificación cerró sus puertas en 1977 producto de un colosal incendio y después de ser restaurada, reabrió el 10 de abril de 1999, pero no por mucho tiempo, puesto que volvió a dejar de dar funciones en 2010 debido a que fue fallida la reconstrucción que se le había practicado años antes.


Siempre había mantenido la gran añoranza y el secreto deseo de revivir y narrar mis recuerdos de estos entrañables lugares de La Habana que formaron parte de mi vida por muchos años y que desafortunadamente no he vuelto a visitar. Algunas de estas famosas salas teatrales han perdido su antiguo esplendor, pero han permanecido – tenazmente -, a pesar del paso de los años y la perenne desatención, deleitando al público con sus notables espectáculos y excelentes presentaciones. 


Al ser los teatros en Cuba subvencionados por una entidad estatal, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, que se interesa más por el control y censura de los discursos que en ellos se ofrecen que por la preservación de estas valiosas joyas patrimoniales cubanas, muchos de ellos no han resistido el implacable paso del tiempo y el abandono continuado y han tenido que cerrar indefinidamente sus puertas. Según los últimos reportes, anunciados por los propios medios oficialistas, de las 24 salas de teatro con que contaba la capital, por muy variados problemas de infraestructura, que van desde la presencia de comején en sus estructuras de madera, el deterioro de sus techos y paredes, hasta la falta de telones, alfombras y butacas e irreversibles roturas de sus sistemas de climatización, iluminación, acústica y mecánica escénica, se encuentran cerradas: el Amadeo Roldán, el Gran Teatro de la Habana, el Karl Marx, el Mella, el Pionero, el Guiñol, el Fausto y el Teatro Musical, por solo mencionar las salas más famosas. Otras pequeñas instalaciones han tenido mejor suerte y han ido a parar a instituciones o a manos emprendedoras privadas que, con sus recursos propios, han tratado de rescatarlas del creciente deterioro que presentan, pero, las menos favorecidas, se han convertido literalmente en ruinas físicas e históricas – baja el telón -.



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1 comentario

  1. Que sentimiento, pues solo queda en nuestros recuerdos, mi niñez tan feliz, todos los Domingos mi tía y padres nos llevaban a disfrutar de espectáculos, cualquiera que fuera, priorizando el ballet , muchas gracias Tony por seguir reviviendo en la memoria. Continúa!!!!!!!!!!

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