Capítulo XXIX: Carlota

0

 

Guerra





Resulta casi imposible que alguna familia cubana no haya tenido al menos una referencia cercana acerca de la guerra de Angola, la cual involucró a tantos y tantos cubanos durante más de una década, y muchas de estas familias quedaron con una huella imborrable para el resto de sus vidas porque tuvieron la fatalidad de perder un hijo, un esposo, un hermano u otro familiar en una guerra realizada a más de 11.000 kilómetros de distancia del suelo patrio, en un país once veces mayor que Cuba, sin que aún se conozca a ciencia cierta, cual fue el verdadero motivo por el cual se participó. La propaganda oficialista destacaba el motivo como una muestra de hermandad e “internacionalismo proletario” de nuestro pueblo con el angoleño, para justificar la intempestiva injerencia de nuestro país en un conflicto civil por ideales ajenos que para nada tenía que ver con nosotros. Esta tristemente célebre contienda bélica fue bautizada por sus ideólogos e iniciadores como “Operación Carlota”, haciendo referencia a una valiente mujer de raza negra, de origen lucumí, llamada Carlota, que era esclava en el ingenio azucarero Triunvirato en la provincia de Matanzas y encabezó una rebelión contra la esclavitud en 1843, muriendo en ella.



Escenas de la guerra

Carlota


La “Operación Carlota” comenzó en octubre de 1975 y terminó definitivamente a mediados de 1991, con la salida del último soldado cubano del suelo angoleño. Cerca de 400.000 cubanos, entre personal civil y militar, participaron en este conflicto bélico, donde el contingente militar llegó a tener alrededor de 300.000 hombres bajo las armas en los dieciséis años que duró el apoyo militar. El saldo final de fallecidos fue realmente impactante. En un discurso pronunciado en mayo de 1991, el comandante Raúl Castro declaró que la cifra final de cubanos muertos en Angola era de 2,077, cifra bastante conservadora y muy cuestionada por los medios internacionales debido a las sistemáticas mentiras que había emitido el gobierno cubano sobre este aspecto.



Muertos


En ese mismo discurso, el entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) precisó que 377,033 cubanos estuvieron involucrados de alguna forma, en misión civil o militar, en esa guerra, lo que representaba el 3 por ciento de toda la población cubana en ese momento, por lo que la cifra citada de muertos ascendía al 0.55 por ciento de todos los que estuvieron en Angola durante 16 largos años. Pero no solo fueron los muertos; miles de cubanos – cuya cifra no se ha precisado - regresaron de Angola mutilados, perennemente discapacitados, con los nervios destrozados o víctimas de extrañas enfermedades, de las que muchos posteriormente murieron o nunca se recuperaron.


El gobierno cubano arrastró a esa insólita guerra a miles de jóvenes que durante esa etapa estaban cumpliendo con el Servicio Militar Obligatorio (SMO), y los que tuvieron la suerte de regresar al país, quedaron para siempre traumatizados y sin poder explicarse por qué habían sido enviados a un conflicto que no comprendían y era únicamente concerniente al pueblo angoleño.



Reclutas


Tengo la personal experiencia del hijo de una prima de mi madre, quien vivía felizmente junto a su familia en Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) y tuvo la desgracia de ser llamado al SMO en esa época e inmediatamente integró uno de los primeros destacamentos militares que enviaron a Angola al comienzo de la contienda. Después de confrontar miles de dificultades y penurias y de participar en innumerables combates, donde comprobó en carne propia los horrores de la guerra, viendo caer mortalmente heridos a muchos de sus compañeros y a otros verlos sufrir de espantosas lesiones, regresó finalmente a Cuba después de dos penosos años, mentalmente desequilibrado, al punto, que nunca más pudo recuperarse completamente. Otro caso muy dramático que conocí fue el del padre de mi mejor amigo, un hombre relativamente joven, pleno de salud y de vida que, al regresar de su misión civil en Angola, trajo consigo una extraña patología, contraída mientras se encontraba en ese país, de la cual murió rápidamente, dejando a una desconsolada viuda y a dos hijos huérfanos.


Aunque realmente a nadie obligaron literalmente a participar en esa guerra y todos los que concurrieron fueron previamente consultados, aun siendo reclutas del SMO, para todo aquel que no asistiera había drásticas consecuencias que le acompañarían por el resto de su vida. En los centros laborales, por ejemplo, les hacían formalmente la propuesta a todos los trabajadores y aquellos que se negaban a ir sin aportar un motivo muy justificado, los rebajaban inmediatamente de categoría laboral, afectándoles significativamente el salario, y desde ese instante, pasaban a formar parte de la tenebrosa “Lista Negra” del Partido Comunista de su centro, con las consecuencias que ya todos sabemos que les acarreaba a partir de ese momento.


En mi caso personal, puedo afirmar que tuve muchísima suerte, porque fui citado para una comisión de reclutamiento militar que de forma improvisada habían emplazado en un local de la conocida “Manzana de Gómez”, localizada en la Habana Vieja, y confieso, que concurrí a esa citación completamente aterrado, pues el negarme a ser reclutado podía haberme acarreado funestas consecuencias para la continuidad y permanencia en la carrera universitaria que estaba cursando en ese entonces, pero, felizmente, al presentar las pruebas que me exigían de mi situación estudiantil, fui aplazado “por el momento”, y así, dando saltos de alegría regresé esa tarde a mi casa, no sin dejar de temer que fuera citado en otra ocasión, lo que por suerte no ocurrió, para la inmensa tranquilidad mía y de mi asustada familia.


Los tres movimientos guerrilleros nacionalistas que estaban en conflicto en Angola durante esa contienda eran: el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), de Agostinho Neto; la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), liderada por Jonás Savimbi, y el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto. Lo que pudo ser otra guerra civil más de las tantas que existían en el continente africano en esa época, se convirtió, por la participación de fuerzas foráneas, en un conflicto de escala internacional, donde la Unión Soviética y Cuba apoyaban al MPLA, mientras que Estados Unidos, Sudáfrica y China, en una rara alianza, favorecían a la UNITA y al FNLA. De todos estos países extranjeros involucrados, fueron Cuba y Sudáfrica los que llevaron la peor parte, ya que participaron directamente con sus tropas y conjuntamente con los angoleños en los sangrientos combates, mientras el resto, solamente se limitó al apoyo logístico.


Después de alcanzada la victoria, los cubanos abandonaron Angola, dejando un país devastado, presidido por José Eduardo Dos Santos, quien se mantuvo 38 años en el poder tras suceder al líder inicial del MPLA, Agostinho Neto. Angola continuó siendo uno de los países más empobrecidos de África, donde más de la mitad de su población vivía en condiciones que rebasaban los límites de la pobreza, mientras un selecto grupo de personas se adjudicaba el control de sus inmensas riquezas naturales. Las profundas desigualdades sociales que existían antes de la guerra continuaron imperando y los pobres siguieron siendo cada vez más pobres y los ricos siguieron siendo cada vez más ricos.



Pobladores angoleños


A pesar del ostracismo que quiso mantener el gobierno cubano referente al verdadero motivo de esa funesta guerra, se demostró completamente después que por la única y plena voluntad del máximo líder de la Revolución se inició y desarrolló la llamada “Operación Carlota”, una intervención injerencista a gran escala en una guerra civil que se desarrollaba en la antigua colonia portuguesa de Angola para apoyar a una facción marxista leninista respaldada por la Unión Soviética, cuyo único objetivo era alcanzar el poder. Pero esa no fue la primera ni sería la última injerencia de Cuba en los conflictos internos armados que se desarrollaban en otros países del mundo. Desde 1961, Cuba prestó su ayuda a los rebeldes argelinos y después continuó en Zaire, Congo-Brazzaville, Guinea-Bissau, Etiopía, Mozambique, Angola y Namibia, en el continente africano; abarcó también a Viet Nam, Laos y Camboya en Asia y a Uruguay, Bolivia, Nicaragua, Colombia, Venezuela y El Salvador en el continente americano, por solo mencionar los más importantes. Por estas ideas absurdas de los dirigentes cubanos de “exportar” nuestra Revolución a todos los confines del mundo, donde los cubanos fungían como “carne de cañón” y los soviéticos solo brindaban el apoyo político y logístico necesario, miles de compatriotas fueron sacrificados y expuestos a batallas que nunca deberían haber librado, mientras sus ideólogos discutían y exponían sus estrategias sobre mapas ubicados en las paredes de sendas oficinas con aire acondicionado, muy alejadas del fragor de los combates.



Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios