Capítulo XVI: Sol y mar

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Playa





Al amanecer de una radiante mañana del mes de julio de 1970 tocaron a la puerta de mi casa, solo unos minutos después de haberme levantado, y corrí rápidamente a abrir, tratando, infructuosamente, de no despertar al resto de mi durmiente familia, para recibir con un caluroso abrazo a mi primo que llegaba para ir conmigo y uno de mis amigos a la playa de Santa María del Mar. Poco tiempo después, recogíamos en su casa, muy cercana a mi domicilio, a mi amigo, y juntos, nos dirigimos a la parada del ómnibus que nos llevaría al tan preciado lugar a disfrutar de un excelente día de sol y mar. Caminamos a través de la calle de mi casa hacía la Terminal de ferrocarriles y al llegar a la calle Misión, doblamos a la izquierda, pasamos por las calles Cárdenas, Economía y Zulueta y allí, justo frente al parquecito, nos enfrentamos, como otras tantas veces, a la enorme cola de la ruta 162, conocida años antes como la “Estrella”, que nos conduciría, una hora y media más tarde, a través de la Vía Blanca, hasta nuestro destino, la parada de la cafetería Pinomar, después de bajar por una empinada loma y pasar frente a la playa El Mégano. Lo primero que hicimos al abandonar el ómnibus fue dirigirnos a la mencionada cafetería, sentarnos en su reluciente barra y disfrutar cada uno de un exquisito desayuno, consistente de un sándwich de jamón y queso, un batido de chocolate malteado, dos “señoritas” de vainilla y una botellita de refresco de cola marca Son, todo aquello por el módico precio de tres pesos y cincuenta centavos, moneda nacional. Esta cafetería, que se encontraba entre las playas de Santa María del Mar y El Mégano, contaba al fondo con un bar-cabaret, el que ofrecía sus espectáculos de variedades nocturnas los fines de semana, brindando excelentes producciones musicales y presentando en muchas ocasiones a muchas de las más famosas orquestas cubanas de la época como la de Roberto Faz, Van Van, Son 14, Karachi y Los Latinos y solistas de la talla de Meme Solís, Moraima Secada, José Valladares y Pacho Alonso.



Omnibus

Cafeteria


Las playas de El Mégano y Santa María del Mar formaban parte, de conjunto con Bacuranao, Tarará, Boca Ciega y Guanabo, de las muy nombradas “playas del este” de la Habana, ubicadas en un litoral costero continuo, a tan solo 18 kilómetros al este del centro de la capital. Se trataban todas de magníficas playas, con distintas características, encantos y atractivos cada una, pero que podían considerarse como una sola playa de enormes dimensiones.



Playa soleada

Playa con sombrilla

Playa con palmeras


Bacuranao era la primera que encontrábamos en nuestro recorrido desde la ciudad y quizás una de las más modestas, no obstante, era una maravillosa extensión de costa con arenas muy blancas y aguas muy cristalinas, siendo visitada frecuentemente por un número apreciable de personas. Tarará era la que le seguía y estaba en una zona residencial privada creada a finales de los años 40 a orillas del rio del mismo nombre, estando conformada por dos áreas de playa, una en la desembocadura del rio, donde estaba ubicada una base náutica nombrada Marina Tarará, y la otra, localizada en el extremo este, era considerada como una de las mejores de toda la zona. A continuación, se encontraba El Mégano, una playa pequeña de alrededor de 800 metros de longitud, pero al igual que las otras, tenía la arena muy fina y sus aguas eran de un azul turquesa con diversas tonalidades. Santa María del Mar venía después y era de todas, la playa más conocida y popular, tenía una extensión de 3 kilómetros a lo largo de una línea costera con abundante arena, aguas muy cristalinas y  abundante vegetación. Seguidamente estaba Boca Ciega, otra playa realmente hermosa, con arenas muy blancas circundadas de altos pinos, la cual era muy popular por contar con varias zonas de hermosas residencias, las que se les alquilaban a los trabajadores habaneros vanguardias de todos los sectores y a sus familias a precios muy asequibles, después de serles otorgadas en las reuniones sindicales de sus centros de trabajo; al llegar a estas casas, equipadas con todo lo necesario, se les asignaba también un apreciable módulo de comida y bebidas. Por último, se localizaba la playa de Guanabo, que era la más antigua y mayor de todas, bordeando a la pequeña población residencial de igual nombre, con una extensión de 3 kilómetros de longitud. Desde el famoso mirador de “Bellomonte”, situado a un costado de la Vía Blanca, se podía disfrutar de una bella vista panorámica de toda esta playa mientras se degustaba uno de aquellos exquisitos cocteles que se preparaban en su bar.


Caminando por la calle principal, nos dirigimos mi amigo, mi primo y yo hasta el Hotel Atlántico donde, después de ponernos nuestro traje de baño y guardar la ropa en sus confortables taquillas, fuimos de inmediato a disfrutar de un refrescante baño de mar, bajo un radiante sol, en las templadas y transparentes aguas de la hermosa playa que le colindaba.



Hotel


Este magnífico hotel, ubicado en la primera línea de playa, fue construido en 1954 y era el único de su tipo en toda esta zona de playas en ese tiempo. Contaba con 62 habitaciones en sus tres pisos, la mayoría de ellas con vistas al mar, a las cuales se podía acceder por dos elevadores. Para los amantes del deporte, poseía en un costado al frente un excelente campo de tenis cementado y cuatro canchas de frontenis cubano. Todas estas características, unidas a un inmejorable servicio, precios muy asequibles, su espectacular cabaret, su elegante restaurante y su eficiente y bien surtida cafetería, esta última, colindante con la playa, hacían de este hotel un lugar de excelencia y preferido por muchas parejas de recién casados para disfrutar de una inolvidable "Luna de Miel" junto al mar.


La zona de las playas del este, al contrario de otras localidades de playa del país como Varadero, Guardalavaca, Cayo Coco, Cayo Santamaría, etc., no fue favorecida al paso de los años con un desarrollo significativo de su infraestructura, a pesar de ser un destino turístico de sol y mar nada despreciable. Sus magníficas playas eran comparables a las de otros grandes complejos turísticos de este tipo de la isla, sin embargo, durante el invierno siempre parecían desoladas y algo abandonadas y durante los meses de verano, sus escasos servicios gastronómicos y de alojamiento no cubrían la amplia demanda de ese maravilloso lugar. Durante muchos años, Tarará fue convertida en el campamento veraniego de la organización de pioneros de Cuba, después, fue sitio de curación y restablecimiento de numerosos niños afectados por la lamentable tragedia de Chernóbil y, por último, se transformó en una modesta villa turística. Bacuranao y Boca Ciega, no tuvieron grandes cambios, solo se convirtieron en el principal destino gay de toda la zona y las tradicionales casas en la playa que se les ofertaban a los trabajadores destacados habaneros, desaparecieron completamente. La playa de Santa María del Mar fue la más favorecida, aunque no lo suficiente; se remodeló y amplió el Hotel Atlántico, demoliéndose inexplicablemente sus atractivas y siempre concurridas canchas de frontenis y convirtiéndolo en un complejo turístico que abarcaba varias áreas aledañas. Posteriormente, en 1976, se inauguró en esta misma playa el Hotel Marazul, ubicado en Avenida de las Banderas y Las Terrazas, con 188 habitaciones y un diseño algo discreto, muy similar al de muchas otras edificaciones turísticas y educacionales que se construían en diferentes partes del país en esa época. Finalmente, después de algunos tropiezos y varios años de construcción, fue inaugurado el Hotel Itabo, ubicado entre las plácidas aguas de la laguna del mismo nombre, entre las playas de Santa María del Mar y Boca Ciega; esta típica instalación, de un diseño sorprendente, muy a tono con el entorno natural, se erigía sobre una especie de cayuelo, rodeado de enrevesados mangles y uvas caletas en las muy tranquilas aguas de la laguna. Guanabo, por su parte, permaneció intacta en el tiempo, aún carente de alojamientos turísticos importantes, a no ser por las casas particulares, que se continuaron alquilando muy discretamente a los turistas extranjeros y nacionales que querían aventurarse a un contacto más pleno con la comunidad de esta encantadora localidad costera y disfrutar por el día de un excelente baño en la playa y por las noches de una animada festividad en los numerosos bares, clubes y discotecas nocturnas que posee, al compás de los más estridentes y contagiosos ritmos caribeños, de los cuales el país siempre ha sido fuente inagotable.



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1 comentario

  1. Creo pertinente explicar que esas residencia que le permitían alquilar el gobierno a los vanguardias eran propiedad de personas que el gobierno oprimido comunista se las robo a las personas que se iban de el país o los que tenían su vivienda en la ciudad y otra de veraniego porque el gobierno sacó la ley de reforma urbana en que le robaban las casas a quienes tenían más de una vivienda y rentaban. El gobierno se apropió el país de dueño y señor de todo el país. Es importante aclarar que hicieron creer al pueblo que ellos daban cosas de gratis desde un refrigerador, ventilador, comida, etc y lo único que hacían era permitirte comprarlo. Ellos decidían que tú podías comprar

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