Eran alrededor de las 11:45 de una fría noche de enero de 1988. A esa hora, aún me encontraba inmerso en el arduo trabajo de manipular y subir una enorme cantidad de bloques de hormigón hacia la tercera planta del segundo módulo constructivo de aquel colosal hospital. Los reflectores de mercurio iluminaban toda la zona, donde se podían ver a cientos de hombres y mujeres en diversas faenas, todos con un distintivo común: un reluciente casco blanco. Éramos integrantes del recién inaugurado Contingente “VI Congreso”, perteneciente al Ministerio de la Construcción de la República de Cuba, con el gran desafío de remodelar y ampliar la antigua Quinta Mutualista “La Benéfica” -rebautizada tras el triunfo de la Revolución como Hospital Clínico Quirúrgico “Miguel Enríquez”- en un plazo no mayor de un año, según lo decidido por la siempre fantasiosa y caprichosa mente del máximo líder de la Revolución. De repente, todos recibimos la noticia de una de las acostumbradas visitas del jefe de la Revolución, quien seguía muy de cerca, casi semanalmente, el avance de lo que llamó “su obra insignia”.
En 1893, el Centro Gallego de La Habana compró la quinta “La Benéfica”, ubicada en Luyanó, con el propósito de garantizar servicios de salud para sus socios. Además, adquirieron los solares colindantes para futuras ampliaciones. Una de las primeras acciones fue la construcción de un sistema de alcantarillado como medida higiénica indispensable, además de parques arbolados destinados a la convalecencia de los pacientes. La directiva del centro tenía un objetivo claro: convertir “La Benéfica” en el mejor centro de su clase, con una sala de operaciones que superara en recursos y condiciones a todas las de La Habana. Para 1896, “La Benéfica” ya contaba con tres nuevos pabellones, que permitieron ampliar la sala de operaciones, crear un área para pacientes con varicela y establecer una lavandería. En 1907, en respuesta a las necesidades sanitarias de la época, donde predominaban las enfermedades infecciosas, se construyeron tres pabellones adicionales. Para entonces, el hospital ocupaba un área de seis manzanas y había implementado técnicas modernas de lavado al vapor, mejorando significativamente la higiene. En su momento de mayor esplendor, el hospital disponía de 500 camas, un gabinete de radioterapia, planta eléctrica propia, y servicios especializados en hidroterapia, bacteriología, oftalmología y estomatología, entre otros. Tras el triunfo de la Revolución, la Quinta Mutualista fue “nacionalizada” y transformada en un hospital clínico-quirúrgico de acceso popular. En 1974, recibió el nombre del médico y dirigente político chileno Miguel Enríquez Espinosa, quien murió durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Sin embargo, como era de esperar, aquel colosal esfuerzo, en el que participaron miles de personas, se emplearon millones de pesos en recursos materiales y equipamiento de todo tipo y que prácticamente paralizó la vida normal de toda aquella amplia zona por espacio de un año, tuvo sus consecuencias. Pocos meses después de su inauguración, los techos comenzaron a filtrar agua, los falsos techos se quebraron y cayeron, y las instalaciones hidráulicas y sanitarias fallaron, por lo que necesariamente tuvieron que clausurarse total o parcialmente varias de sus instalaciones, con la consiguiente afectación de los pacientes y del personal médico. Esta situación no fue atendida debidamente y con los años empeoró, haciéndose crítica en su tránsito por el famoso “Período Especial” que abarcó a todo el país.
En el 2013, se pudo, por fin, beneficiar con un proceso de inversiones, reparaciones y mantenimiento que abarcó más de 4 años. En una primera etapa, se lograron reabrir tres salas de hospitalización de 26 camas cada una en las especialidades de Cirugía, Geriatría y Medicina Interna, las cuales estaban cerradas desde el año 2003, se rehabilitaron los cuartos de la guardia médica, el comedor obrero más un bloque hospitalario de 100 camas que incluía la sala de cuidados intermedios e intensivos, el laboratorio clínico, los servicios de Rayos X y dos áreas de internamiento para la atención quirúrgica de 24 camas cada una. En la segunda etapa, se reabrieron diez salones de operaciones, equipados con tecnología moderna para realizar cirugías de mínimo acceso, neurológica, oftalmológica y oncológica. Finalmente, en el 2017, entraron en proceso de mantenimiento constructivo la lavandería, el departamento de esterilización y otras dos salas de hospitalización y en julio de ese mismo año, se concluyeron la unidad de cuidados intensivos de quemados, así como la de cuidados progresivos y leves, otros salones de operaciones, escenarios docentes, cuartos de descanso para los médicos y un pantry-comedor. Todo este esfuerzo constructivo fue resaltado nuevamente por el primer mandatario del país en otro de sus conocidos discursos triunfalistas pronunciado con motivo de la celebración del 26 de julio.
No pasó mucho tiempo para que una vez más, los resultados de una deficiente ejecución constructiva salieran a la luz y esto unido a un escaso mantenimiento y a la desidia y desinterés de los dirigentes del país, hicieron que muchas de sus instalaciones tuvieran que dejar de prestar servicio. Además, más allá de las limitaciones en la necesaria infraestructura del hospital, que afectaban directamente a los pacientes y a sus trabajadores, la atención médica y la calidad humana del personal técnico y de servicio también dejaba mucho que desear. Innumerables han sido las quejas por las negligencias e insensibilidad que han demostrado en la atención a los pacientes, por lo que, en muchos casos, han ocurrido desenlaces fatales que hubieran podido ser evitados. A manera de ejemplos, cito algunos testimonios que hablan por sí solos:
Una cubana relató una difícil experiencia vivida con su padre el pasado fin de semana en este hospital, la que resumió como una mezcla de “falta de recursos y de humanidad”. “Anoche fue por mucho una de las noches más duras de mi vida. Todo el que ha tenido un familiar enfermo en el hospital Miguel Enríquez, de La Habana, comprenderá mi sentir”, explicó Daniela Rojo, cuyo padre sufrió un accidente cerebrovascular y fue remitido de urgencia al citado centro hospitalario. La mujer continuó diciendo que al llegar ella al hospital encontró a su padre "sin camisa y sin zapatos, tirado en una camilla que más parecía una mesa de operación por lo dura, sin ni siquiera una sábana encima, sin más atención que una sonda puesta, que además estaba desconectada y derramando orine en el suelo”.
"Era una película de terror", sentenció otro cubano que se identifica como Xander Art, al narrar su experiencia en el mencionado hospital habanero, al que tuvo que acudir de urgencia. "Ayer casi muero", dijo Xander Art. "Tuve la crisis de dolor más grande en diez días, la cual me hizo incluso convulsionar", relató y añadió que “tenía 40 grados de fiebre”. Según Xander Art, al llegar al hospital, estuvo "de pie, con fiebre y náuseas” por espacio de una hora sin que nadie lo atendiera, después le indicaron "un hemograma, una placa de tórax y una inyección para bajar la fiebre". La doctora "nos tuvo esperando tres horas solo para decirme que las pruebas estaban bien y ya. Hoy estoy en casa, sin saber qué tengo, a base de cocimientos de hierbas como si el chamanismo hubiera vuelto para salvarnos, intentando ser positivo y valorando mucho la vida luego de esta experiencia cercana a la muerte", dijo el cubano.
En otra historia "de terror", Alex Jorge, dijo que su tía, diabética y con un pie lleno de lesiones, fue dada de alta del mismo Hospital Miguel Enríquez porque "no están amputando". De acuerdo con este cubano, los médicos, recomendaron hacer bien las curas a su tía "en la casa" porque en el Hospital no contaban con medicamentos. "Mi prima vio cómo los pacientes tenían que llevar los medicamentos de sus casas”, denunció Alex.
La cubana María Félix Moreno suplicaba en redes sociales atención médica para su madre que había ingresado en este hospital con sospechas de una infección que aún no había sido determinada, y denunció que no recibía ningún tipo de atención médica para la dolencia. “Por favor pido ayuda para mi mamá que me la están dejando morir en el Hospital Miguel Enríquez, La Benéfica, desde el jueves”. “Se me está quedando en shock, le hablo y no me contesta”, lamentaba la cubana que luego de varios días en el hospital, informó a todos sus amigos sobre la muerte de su madre.
Estos y otros tétricos relatos reales han sido denunciados por la población por distintos medios sin que las autoridades oficialistas le hayan prestado la mínima atención, alegando que son “malentendidos o quejas infundadas y exageradas”. Todo esto ha hecho que, según el siempre acertado y aguzado humor popular, la otrora famosa Quinta “La Benéfica” haya sido bautizada, desde hace algún tiempo, como “La Maléfica”.
La pésima situación de la salud pública cubana, en la que se conjuga la escasez y la desidia, ha sido una queja recurrente en redes sociales en los últimos años, donde abundan las denuncias sobre todo por la falta de medicamentos, la deficitaria higiene y también las frecuentes negligencias médicas, siendo el Hospital Clínico Quirúrgico “Miguel Enríquez”, que atiende a más de 745 000 habitantes habaneros pertenecientes a los municipios de Guanabacoa, San Miguel del Padrón, Cotorro, Regla y Diez de Octubre, un ejemplo fehaciente de ello, aunque no es el único.
Lamentablemente, tuve que pasar por una experiencia muy similar a las descritas anteriormente con la hospitalización de mi madre en el año 2009, aquejada de un infarto cerebral y atendida – mal atendida – en otro de los hospitales “insignias” de la capital que, por respeto, me reservo su nombre, aunque en este caso, hubo un final más feliz, porque bajo mi responsabilidad y con la ayuda de mis familiares, pude a tiempo trasladarla de este para otro hospital donde la atendieron dignamente.
La tan proclamada “potencia médica” cubana es, sin lugar a duda, una quimera. Miles de cubanos lo atestiguan tras sufrir en carne propia las carencias de un sistema que, lejos de priorizar el bienestar del pueblo, ha quedado atrapado en la retórica de un sistema fallido.