El año 1970 fue un período marcado por acontecimientos trascendentales en el país que difícilmente haya algún cubano de mi generación que no lo recuerde y aquel que no estaba nacido, muy probablemente lo haya conocido después, por lo que le contaran sus padres o sus abuelos. Por lo que a mí respecta, lo tengo muy nítido en la memoria, unido a otros sucesos personales que, por mera casualidad, también me resultaron relevantes. Comenzaré por referirme al hecho histórico que, según mi opinión – y la de muchos -, considero la “joya de la corona” de ese año, el cual cambió drásticamente el curso de la vida del país e inició un cambio radical en la percepción que tenían los cubanos del nuevo sistema político-social implantado desde una década antes y de su máximo líder, y que quedó bautizado para siempre como el rotundo fracaso de la “Zafra de los 10 millones”.
Este descabellado proyecto, que paralizó prácticamente la vida social y económica del país desde finales de 1969 hasta alrededor de la mitad del año 1970, tuvo su génesis en 1965, momento en que fue anunciado por el máximo líder de la revolución, que ya lo había fraguado desde años antes, quien, de igual forma, lo ratificara y diera la orden de su comienzo el 27 de octubre de 1969, en un extenso discurso pronunciado en el Teatro Charlie Chaplin de La Habana. En este discurso, que duró varias horas, aseguró que el país contaba con la caña suficiente para poder producir la cantidad de 10 millones de toneladas de azúcar y, con su acostumbrada retórica, aportó una innumerable cantidad de cifras y datos que avalaban esta sorprendente propuesta que, hasta ese momento, nunca se había alcanzado en el país. A partir de aquellas efusivas palabras, se desplegó una descomunal movilización, apoyada en una creciente propaganda triunfalista, impulsada incluso por un idealizado calendario de cumplimiento de cada etapa productiva, el arribo a cada millón de toneladas, lo cual era anunciado a “bombo y platillo” cada vez que se lograba.
A pesar de todos estos desenfrenados esfuerzos y de haberse prácticamente paralizado el país completo durante todo aquel período, no se pudo lograr la meta planificada, lo que muchos conocedores y expertos del tema habían comunicado y alertado al empecinado líder de la revolución en distintos momentos, produciéndose solamente 8,5 millones de toneladas, lo que representó una vergonzosa derrota política, moral y económica, tomando en cuenta todo lo que se había hecho. Desde el punto de vista económico, debido a los enormes recursos derrochados y al descuido de los demás sectores productivos, la economía cubana sufrió ese año un retroceso superior al 20%, lo que en años posteriores costo mucho recuperar, repercutiendo desfavorablemente en el bienestar y calidad de vida de la población, a la que, además, se le suspendieron las tradicionales fiestas navideñas de finales del año 1969.
Como datos curiosos puedo aportar, primeramente que, debido a la paralización de la industria embotelladora de cervezas, ese año se inició la venta a la población de la popular bebida, a granel, empleando las conocidas pipas y sirviéndola en las famosas pergas enceradas, las que llegaron para quedarse. Otra curiosidad fue que, en alusión a una de las principales proclamas de aquella contienda, “… ¡los 10 millones van! …”, fue fundada el 4 de diciembre de 1969 una de las orquestas de salsa más emblemáticas cubanas, Los Van Van. También puedo agregar que, después de ese año, los muy tradicionales festejos populares del mes de diciembre se trasladaron oficial y definitivamente para finales de julio.
Aunque nunca pude estar ajeno – porque era imposible - a lo que acontecía en el país en el transcurso de la muy “cacareada” zafra, ya que la mencionaban continuamente en las transmisiones que emitían cada día y a toda hora por todos los medios de difusión masiva, proseguía también con mi vida normal y como mencioné al principio de este relato, estuve inmerso también en varios acontecimientos personales importantes. En septiembre de ese año comencé el tercer año de enseñanza secundaria, después de disfrutar unas magníficas vacaciones, y me encontré con algunos nuevos compañeros de aula, unos que matricularon en esta escuela al venir de traslado de otra secundaria y otros que habían repetido el noveno grado, a los que no había visto nunca, entre estos últimos, conocí a una persona muy especial con la que tuve mucha afinidad y que se convirtió con el tiempo en mi mejor amigo, manteniendo siempre estrechos vínculos, más que de amistad, de sincera hermandad, hasta su lamentable fallecimiento, que se produjo a causa de una penosa enfermedad. Precisamente, en unión de este gran amigo disfruté muchísimo a finales de ese año de un gran espectáculo musical, del 5 al 22 de Noviembre, cuando participamos en unión de otros muchos jóvenes habaneros y del resto del país en el Segundo Festival Internacional de la Canción Popular Varadero 70, el cual se celebró en el anfiteatro de esa hermosa playa de la provincia de Matanzas y donde asistieron numerosos artistas de varios países, contándose entre los más destacados, grupos musicales como Los Ángeles, Los Bravos y Los Mustang y cantautores de la talla de Joan Manuel Serrat y Luis Gardey, todos de España, que gozaban en ese momento de una amplia popularidad nacional e internacional.
La “zafra de los 10 millones” quedó tristemente grabada en la memoria de los cubanos como uno de los mayores fracasos concebidos, planeados, llevados a la práctica y dirigidos por aquel célebre e iluso personaje con poder que llevaba las riendas del país y significó para muchos el momento que marcó el inicio del total desencanto de su política. Este hecho fue la repetición de lo que aconteció en otros momentos de la historia en otros países socialistas: la intención empecinada de dar un “gran salto”, teniendo en cuenta solamente teorías burocráticas y utópicas, ajenas a la realidad concreta y a las condiciones objetivas de cada país, convirtiéndose a la larga, por supuesto, en un rotundo fracaso económico, social y político. La experiencia cubana de la “zafra de los 10 millones” fue el intento fallido de dar el “gran salto” económico, basado en datos, cálculos e ilusorias aspiraciones salidas de un buró en una bien aclimatada oficina, sin tener en cuenta las experiencias ni oir las advertencias de los más conocedores, las que le costaron irremediablemente sus puestos; todo esto, como era de esperar, se tradujo finalmente en el rotundo descalabro que, con posterioridad, el país tuvo que lamentar con creces.