La Nacionalización de las Entidades Privadas Cubanas Después del Triunfo de la Revolución (Parte 1).
Mis recuerdos de esos primeros años de la Revolución son un poco confusos para mí porque era muy pequeño y quizás no pueda llevar el más estricto orden cronológico que los acontecimientos requieren, pero si puedo asegurar que son verídicos e imperecederos y me causa cierto placer – o quizás una gran nostalgia – traerlos a mi mente. Recuerdo que pasaba mucho tiempo jugando en el largo pasillo de mi casa, unas veces solo, otras con el vecino de al lado, que era de mi edad y compartía mis mismos gustos. Entre nuestros entretenimientos preferidos estaba jugar a las bolas o con los diminutos “soldaditos” de plomo o plástico, planeando y desarrollando con ellos verdaderas estrategias bélicas, diseñadas por nuestra prolífica imaginación infantil. También jugábamos a los bolos, hechos de madera, utilizando el pasillo de un extremo a otro que era perfecto para nuestra plataforma de lanzamiento; a este juego, algunas veces también se sumaban los mayores de la casa y lo disfrutaban tanto, como si fueran de nuestra propia edad.
Pero hay algo que
ocurrió en aquella etapa, que solo he podido comprender con el paso de los años,
debido a su sutil interpretación. Mi padre había comenzado a trabajar en la
selecta zona de Miramar, atendiendo los suministros de sendos planes iniciados
por la Revolución y dirigidos por una de su más ferviente colaboradora, el plan
de las “campesinas” y posteriormente, el plan de los becados, a los que me
referiré en algún momento de esta historia. Una característica común de aquellos
planes era que ambos utilizaban como infraestructura las lujosas residencias y
mansiones ubicadas en esa región, las cuales habían sido expropiadas
forzosamente a sus legítimos moradores, muchos de los cuales ya habían emigrado
a los Estados Unidos o se encontraban en vías de hacerlo, por no simpatizar con
el naciente gobierno. Pues resulta que, al intervenir aquellas enormes casas,
la mayoría de ellas estaban intactas, tal y como las habían dejado sus dueños,
con todos sus muebles, autos, efectos electrodomésticos y demás pertenencias,
incluyendo los costosos juguetes de sus hijos, y todo aquello se montaba en
camiones y se llevaba para diferentes almacenes, que estaban ubicados en la
zona o fuera de allí. Muchos de los que participaban en aquellas famosas “recuperaciones
de bienes malversados” se aprovechaban de estos despojos y desviaban indebidamente
muchas cosas para su uso particular y hasta muchos dirigentes de mayor poder y
posición, se apropiaban de los autos y hasta de las propias casas. Mi padre,
que había sido criado y formado con las más estrictas normas de honestidad y
decencia, a pesar de provenir de una familia muy humilde, nunca estuvo de
acuerdo ni participó de aquellas prácticas, aunque en varias ocasiones fue
incitado por sus superiores a hacerlo, con la lógica intención de comprometerlo.
Pero humano al fin, no resistió la inocente tentación de llevarle a su único
hijo querido algunos de aquellos hermosos juguetes que sus propios subordinados
le entregaban cuando regresaban de sus operaciones. Recuerdo que estos juguetes
eran de alta calidad y, entre otros, tengo la imagen de una bella bicicleta
profesional de carreras, la que por supuesto, dada mi edad y tamaño, nunca pude
utilizar en esa época; una pelota de futbol, con la que jugábamos en el pasillo
de mi casa, mi vecino, mis primos y yo; un tigre enorme de peluche, que adoraba
y algo muy especial, un flamante juego de mesa de futbol, el cual utilizábamos,
tanto los pequeños como los mayores de la casa y nos proporcionaba largas horas
de feliz entretenimiento. Todo esto, entendí después, estaba muy relacionado
con las famosas “nacionalizaciones” y expropiaciones que se hicieron en los
primeros años de la Revolución.
De forma premeditada y muy bien organizada, desde los primeros momentos del triunfo de la Revolución, comenzó en el país un extenso proceso de expropiaciones que abarcó cada rincón de la isla. En los primeros nueve años, se confiscó y “nacionalizó” toda la propiedad privada que existía en Cuba, hasta que finalmente, no quedó ni el más humilde vendedor callejero. La mayoría de estas propiedades pertenecían a compañías norteamericanas radicadas en el país o a acaudaladas familias cubanas que terminaron emigrando a los Estados Unidos, aunque tampoco se salvaron los pequeños y micronegocios tales como cafeterías, barberías, bodegas, bares, carretilleros, vendedores de fritas, “granizaderos”, etc. Todo lo que oliera a propiedad privada, fue “nacionalizado” bajo el manto de la Revolución.
Este esquema de expropiaciones y “nacionalizaciones”
se hicieron en tres etapas. La primera se desarrolló durante el propio año 1959
y tuvo como objetivo la confiscación de todos los bienes que eran propiedad de
las personas que estaban vinculadas al anterior gobierno. La segunda etapa fue
entre los meses de junio y octubre de 1960, cuando se “nacionalizaron” las
principales entidades norteamericanas y los bienes patrimoniales pertenecientes
o administrados por ciudadanos norteamericanos. Por último, entre 1960 y 1968,
se produjo la “nacionalización” de las grandes, medianas y pequeñas empresas cubanas
de propiedad privada.
Continuación: Parte 2
Muy buen capitulo.
ResponderBorrarBuena reseña con un contenido vivido en una época en que nuestra Cuba era otra cosa distante de la que es hoy.
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