A pesar de esta forzada manipulación del estado para que el pueblo aceptara y cambiara hacia una cultura muy distante de la suya, a todos los soviéticos, los cubanos de a pie, les llamaban rusos, independientemente del país que procedieran, y con su siempre aguzado humor criollo, a estos les nombraban despectivamente "bolos”. El origen de este simpático término se desconoce, pero entre la gente común, su significado se entendía siempre como un sutil desprecio por la estampa vulgar, tosca y maloliente de todos aquellos rusos que arribaban en masa a la isla durante todos esos años. Este simple señalamiento, indicaba simbólicamente que, aunque se quería obligar a los cubanos a cambiar radicalmente hacia una nueva manera de pensar y de esta forma, asimilar una nueva cultura, nunca fue aceptado completamente por ellos, a pesar de los esfuerzos descomunales que hacia el gobierno en todos los espacios del país por lograrlo.
Muchos cubanos viajaron miles de kilómetros para recibir estudios universitarios y de capacitación profesional en algunos de los países que integraban la URSS y no solo conocieron la nieve por primera vez, sino que todos aprendieron el idioma ruso y muchos regresaron casados, arrastrando consigo a Cuba automáticamente la cultura y tradiciones de esa lejana región. Esto trajo aparejado también una profusa mezcla de razas, incrementándose, por ende, la población mestiza ruso-cubana. Surgieron por primera vez en el ámbito nacional nombres tales como Serguei, Sacha, Volodia, Yuri y otros.
En la enseñanza media y superior cubana se introdujo la asignatura de ruso y este idioma también se impartía en programas de radio y televisión con una masiva audiencia. Posteriormente, en la década de los 80, el idioma ruso pasó a ser obligatorio en la enseñanza universitaria, como tributo a la “desinteresada” colaboración de la URSS con nuestro país.
Los incomprensibles y tediosos “muñequitos” rusos llegaron por primera vez a las pantallas de los televisores cubanos ante el asombro de los inocentes niños, acostumbrados a los tradicionales y célebres dibujos animados norteamericanos de Walt Disney. De esta forma los famosos personajes de “Mickey Mouse”, el “Pato Donald” y “Tom y Jerry” fueron sustituidos por “Fantito”, “Tío Stiopa” y “Me las pagarás”.
El máximo de fanatismo hacia los rusos en los programas televisivos llegó con la transmisión por un canal y horario estelar durante cierto tiempo de un espacio competitivo denominado “9550” (que era la distancia en kilómetros que existía de Cuba a la URSS), animada por el famoso locutor Luis “Yiky” Quintana, donde el ganador podía disfrutar de un viaje hacia la renombrada metrópoli.
Los cubanos también fueron sacrificados a ser el único público de todo el continente en tener que ver semanas tras semanas en los principales cines de estreno muchas proyecciones de películas rusas. Aunque, pensándolo bien, esto resultaba muy beneficioso para los jóvenes que como yo acudían frecuentemente a las salas cinematográficas con su pareja sin tener la más mínima intención de disfrutar de la película. Al exhibirse en algún cine de estreno habanero una de aquellas largas y tediosas películas rusas de guerra, las salas nunca se atiborraban de público y las parejas aprovechaban el tiempo de proyección para dedicarse mutuamente las más tiernas e intrépidas caricias, disimuladas muy bien por el sonido de aquel lenguaje incomprensible de los actores – tan desagradable al oído -, sumado al estruendoso ruido de los disparos de los tanques de guerra provenientes de la pantalla. Películas tales como “Liberación”, con sus cinco partes (Parte I, 88 minutos; Parte II, 85 minutos; Parte III, 122 minutos; Parte IV, 79 minutos y Parte V, 71 minutos), eran ideales para ese tipo de encuentros amorosos.
En términos de sistema de gobierno, la influencia rusa en Cuba también dejó una profunda huella. Las expresiones burocráticas de la actividad política e institucional, el único Partido permitido, el secretismo endémico de los dirigentes y funcionarios estatales y la acentuada política de verticalidad, donde todo se decidía desde un solo origen – o una sola cabeza -, son algunas de las más funestas marcas dejadas por la copia del modelo ruso en el país.
Todo este maridaje forzado entre los rusos y los cubanos quedó totalmente frustrado con la caída de la URSS y el campo socialista a principio de los 90, rompiéndose intempestivamente casi tres décadas de dependencia económica, política y militar de Cuba con el país eslavo, lo que trajo funestas consecuencias para el país, el que a partir de ese momento se vio prácticamente aislado y sumido en una profunda y extensa crisis de la cual aún no se ha recuperado.
Ahora Rusia, al cabo de tantos años, ha reiniciado de nuevo un intenso flirteo con Cuba con la intención poco disimulada de restablecerse otra vez en la isla. Por supuesto, ya no son los mismos rusos “bolos” de antes, ahora presumen de ser capitalistas, pero las intenciones siguen siendo las mismas, colonizar al país como lo hicieron antaño. Es por lo que, aferrados a una última tabla salvadora, la máxima directiva del país, paralizada en el tiempo aún con la antigua receta soviética, mira con cierto recelo a estos modernos rusos vestidos con trajes caros y rodando lujosos autos, aunque sin dudar en someterse a sus nuevos preceptos con tal de prevalecer en el poder. Una vez más, obligados por las circunstancias, todos los indicios muestran, para desgracia de los cubanos, que se repetirá la triste historia de una nueva colonización de Cuba.