Capítulo XXXI: Los Hoteles de mi Habana

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Hoteles en Cuba



En mi época de estudiante universitario tuve la oportunidad de recibir por primera vez un ingreso monetario adicional a la siempre esperada mesada que me daban mis padres pues, mensualmente, desde el primer año de la carrera, recibía un estipendio del centro de estudios, muy modesto, pero que me ayudaba a sufragar mis gastos diarios de transporte y alimentación y que, manteniendo una estricta política de ahorro, lo utilizaba también para darme ciertos gustos que hasta esa época no había podido alcanzar ni disfrutar a plenitud. De esa forma, tuve la oportunidad de concurrir con más frecuencia a restaurantes, cafeterías, heladerías, clubes nocturnos, bares, y cuando estaba más apretado, disfrutar al menos de la variada programación de los numerosos cines y teatros con que contaba la capital en aquel entonces. Pero sin lugar a duda, lo que más apreciaba en aquella etapa de mi vida eran las reservaciones que por primera vez podía hacer en los hoteles de La Habana, por ya contar con los requisitos necesarios: edad, dinero y una pareja dispuesta a hacerlo. Aunque esto último parezca difícil de entender por los jóvenes de hoy en día, en esa época era bastante complicado de lograr, debido a las estrictas normas morales que regían en la mayoría de las familias cubanas. Por lo que es necesario aclarar que las reservaciones a las cuales hago referencia eran en cierto modo clandestinas y nunca las pude hacer por más de una noche ni con estancia toda la noche. En aquella lejana época de finales de los 70 no existían muchos lujosos hoteles en La Habana como los que hay hoy en día, pero sí había un amplio diapasón de medianos y pequeños hoteles ubicados en diversos puntos de la ciudad. La tarifa por noche era extremadamente económica y acorde con los ingresos de la mayoría, fluctuando entre un máximo de 21 pesos, los mejores, y un mínimo de 8 pesos cubanos, los más modestos, pero todos, sin excepción, tenían un denominador común, una limpieza impecable y un adecuado servicio. Cada hotel tenía su sello propio y era un mundo en sí mismo, lo que reflejaba en gran medida la amplia diversidad de La Habana. Algo que también es preciso señalar, es que todos aquellos hoteles habían sido construidos y se conservaban hasta ese momento en buen estado desde la etapa prerrevolucionaria.


Aunque puedo confesar que no fueron los más visitados por mí, los hoteles más importantes y de mayor categoría en ese tiempo eran el Hotel Nacional de Cuba, el Hotel Habana Libre, el Hotel Habana Riviera y el Hotel Capri, todos situados en la zona residencial del Vedado.


El emblemático Hotel Nacional de Cuba, con su imponente arquitectura de estilo ecléctico español, se mantenía como el más importante ícono de la hotelería habanera. Inaugurado en 1930, esta majestuosa edificación se erigía sobre el cerro Taganana, en la primera línea de mar del Vedado capitalino. Sus salones, adornados con muebles antiguos y decoraciones elegantes, mostraban fotografías en blanco y negro que realzaban historias lejanas y algunas más recientes de célebres personajes que lo honraron con su visita, como Winston Churchill, el Duque y Duquesa de Windsor, Jimmy Carter, Frank Sinatra, Ava Gardner, Rita Hayworth, Mickey Mantle, Johnny Weissmuller, Buster Keaton, Jorge Negrete, Agustín Lara, Rocky Marciano, Tyrone Power, Rómulo Gallegos, Errol Flynn, John Wayne, Marlene Dietrich, Gary Cooper, Marlon Brando, Ernest Hemingway, Yuri Gagarin, Alexander Fleming y otros gobernantes iberoamericanos y monarcas europeos. Las veces que me hospedé en este hotel, nunca dejé de visitar al atardecer sus espléndidos jardines, donde esperaba la puesta de sol, mientras disfrutaba una maravillosa vista de la bahía habanera. En el extremo posterior de estos jardines, siempre apuntando al mar, se exhibían majestuosos los famosos cañones que componían la antigua Batería de Santa Clara que protegía a la ciudad.



Hotel Nacional


El Hotel Havana Hilton, renombrado después como Habana Libre, fue inaugurado en marzo de 1958 y estaba situado en una céntrica zona del Vedado, ocupando una manzana completa entre las calles L, 23, 25 y M. Este era uno de los hoteles más grandes de Cuba y en ese momento, era el hotel más alto y grande de toda Latinoamérica. Distinguía su fachada principal un enorme mural original de la artista cubana Amelia Peláez que, sin una justificación factible, había pasado décadas oculto de la vista pública. Tras el triunfo de la Revolución, el hotel se mantuvo en funcionamiento como Hilton durante un año y medio y durante los primeros tres meses, el máximo líder revolucionario y sus más cercanos colaboradores lo convirtieron en su cuartel general, ocupando una lujosa suite en el piso 23. Posteriormente fue “nacionalizado”, pasando a la administración estatal y sus famosos casinos fueron cerrados definitivamente. A partir de ese momento, el hotel se centró únicamente en el turismo nacional, perdiendo su esplendor y prestigio internacional de antaño. En este hotel me alojé varias veces, disfrutando de sus magníficas habitaciones, de un estilo bastante moderno para la época, contando con excelentes comodidades y servicios gastronómicos directamente en la habitación las veinticuatro horas del día. Recuerdo con mucha añoranza su hermosa y reluciente piscina y su restaurante-cabaret en el último piso, el “Turquino” que, entre sus atractivos principales, abría su techo al caer la noche para que los clientes disfrutaran de una romántica velada literalmente bajo las estrellas.



Hotel habanero


El Hotel Habana Riviera, inaugurado en 1957, ofrecía una atmósfera mucho más moderna, con su estilo art déco y su famosa piscina frente al mar, siendo en ese entonces, la más grande de La Habana. Este hotel fue el primero de los grandes hoteles terminado de construir en Cuba durante la década del 50 y el segundo mayor después del Havana Hilton. Sus propietarios eran famosos personajes de la época pertenecientes a la mafia norteamericana y algunos funcionarios del gobierno de Batista. Contaba con 368 habitaciones en sus 21 pisos, todas con vistas al mar, lo que les confería un valor añadido, y se encontraba ubicado en la Avenida Paseo entre Malecón y Primera del Vedado habanero. Entre sus características principales tenía, a diferencia de la mayoría de los hoteles, la carpeta al final del lobby y sus salones principales se encontraban justo a la entrada del establecimiento. Este hotel lo visité muy contadas veces en esa época porque era bien difícil de obtener una reservación, al estar destinado principalmente a los recién casados para que disfrutaran de su “Luna de Miel”, aunque las pocas veces que lo hice, me sentí muy halagado al saber que me estaba hospedando en el hotel más moderno y lujoso del país.



Hotel de La Habana


El Hotel Capri era otro de los hoteles importantes de La Habana, aunque nunca a la altura de los anteriores, de hecho, su tarifa por noche era inferior, pero según un criterio muy personal, era uno de los de mejor servicio y de más agradable estancia. Contaba con 19 plantas y 250 habitaciones y fue inaugurado en diciembre de 1957. Estaba ubicado en la calle 21 entre N y O, en el Vedado. Entre sus características principales, recuerdo que este hotel poseía una piscina en la azotea y una confortable cafetería en el último piso desde donde se podía apreciar, a través de sendos cristales, a los bañistas que se encontraban en la alberca.



Hotel del Vedado


Además de estos 4 magníficos hoteles, en la zona del Vedado existían otros de menor categoría, pero igualmente confortables. De todos ellos, puedo mencionar los que pude visitar con mayor frecuencia como, por ejemplo: el Hotel Vedado, contiguo al Saint John, ambos localizados en el centro de la calle O entre 23 y 25, este último con su famoso centro nocturno “Pico Blanco” en el último piso; el Hotel Flamingo, situado en la misma esquina de la calle O y 25, inaugurado en 1952, era uno de los primeros que abrió sus puertas en las cercanías de La Rampa; el Hotel Presidente, ubicado en la esquina de Calzada y G, contaba con excelentes habitaciones; el Hotel Victoria, situado en la calle 19 entre L y M, aunque pequeño, tenía un servicio inmejorable y el Hotel Colina, localizado en la calle L entre 27 y Jovellar, era el preferido de los estudiantes por su bajo precio y adecuado confort. Todos estos establecimientos, situados en una zona muy privilegiada de La Habana, les ofrecían a sus huéspedes una estancia muy confortable, avalada por un servicio esmerado y muy profesional.



Hoteles


Quizás por estar en un área más antigua y cercana al lugar de fundación de la maravillosa Villa de San Cristobal de La Habana, los hoteles en esta zona llevaban implícitos una buena dósis de historia y tradición, por lo que, muy diferentes a los modernos diseños de los hoteles del Vedado, los hoteles ubicados en los municipios Habana Vieja y Centro Habana tenían su propia identidad. Sin duda, eran los más económicos de toda la ciudad y, por lo tanto, los más demandados por las personas, que como yo, no esperaban pasar en ellos una larga estancia. Esto hacía que me resultara mucho más difícil obtener una reservación por una noche en estos hoteles que en los situados en la zona residencial del Vedado. No obstante, cuando tenía las condiciones necesarias – dinero y oportunidad amorosa -, me enfrascaba en un largo recorrido por toda esta zona, indagando con mucha paciencia en la carpeta de cada uno de estos hoteles, por una habitación disponible, por espacio de una noche. Empezaba mi trayectoria por los que se encontraban más cercanos a mi residencia, estos eran: el Hotel Isla de Cuba, ubicado en la esquina de las calles Monte y Aponte, era considerado como uno de los más antiguos de La Habana; el Hotel Nueva York, situado en la calle Dragones entre Águila y Amistad, fue fundado en 1919, siendo uno de los mejores de su época por su privilegiada ubicación y exquisita elegancia. Si no lograba mi objetivo, continuaba por Dragones hasta la calle Prado para llegar hasta el Parque Central, en una esquina del cual y frente a él, se encontraba el antiguo Hotel Plaza, una verdadera joya arquitectónica, con decoración y fachadas eclécticas, situado en la calle Zulueta entre Virtudes y Neptuno; en el otro extremo del parque, también frente a él, se encontraba el Hotel Inglaterra, el hotel más antiguo de Cuba, inaugurado en diciembre de 1875 en la zona más privilegiada de La Habana de entonces, donde en muy contadas ocasiones logré obtener una reservación, porque siempre estaba muy concurrido; continuaba después mi recorrido por el Paseo del Prado hasta llegar al Hotel Regis, localizado en la calle Prado entre Colón y Refugio y si tampoco obtenia resultados, justo en la misma dirección, frente a él, se encontraba el pequeño Hotel Caribbean, en el que en muchas ocasiones lograba al fin obtener una reservación; si no lo lograba, continuaba por la calle Prado y doblaba por la calle Trocadero para llegar al Hotel Sevilla, el cual con sus 333 habitaciones y su extrema elegancia era uno de los tres hoteles de mejor categoría, junto al Nacional y el Presidente, que existía en La Habana antes del boom turístico de la década de 1950; finalmente, concluía el recorrido en esta zona, llegando hasta el Hotel Packard, el que se encontraba ubicado en Prado entre Cárcel y Morro, pero a este pude acudir en menos ocasiones, porque continuó prestando servicios muy poco tiempo después del triunfo de la Revolución, comenzando a deteriorarse paulatinamente hasta que fue clausurado y luego se derrumbó.



Hoteles en La Habana


En realidad, muy pocas veces después de dar ese largo recorrido no conseguía mi propósito de obtener una reservación, pero si eso pasaba, sin perder la calma, proseguía por la Avenida Malecón hasta llegar a la calle Galiano donde, doblando por ella, me encontraba con el bello Hotel Deauville, en la misma intersección de esta calle con San Lázaro, el cual fue construido a mediados de 1957. Este hotel-casino fue propiedad del jefe de la familia mafiosa Trafficante y a principios de enero de 1959 fue saqueado por las turbas revolucionarias cuando el ejército rebelde llegó triunfante a La Habana; continuando por la propia calle Galiano, llegaba hasta el Hotel Lincoln, situado en la misma esquina de Galiano y Virtudes, un lugar muy céntrico de La Habana, por lo que era dificil obtener una reservación. El último punto de mi recorrido “hotelero” era el Hotel Lido, ubicado en la calle Consulado entre Animas y Trocadero, este era un pequeño hotel de apenas 70 habitaciones, construido en la década de 1950 que estaba ubicado en el corazón de la zona más comercial de La Habana y fundamentalmente estaba destinado a clientes de pocos recursos, por lo que su tarifa era una de las más económicas de la ciudad. A diferencia de otros hoteles de la zona que fueron convertidos en viviendas después del triunfo de la Revolución, este hotel continuó prestando servicios ininterrumpidamente por muchos años.



Hoteles habaneros


Desafortunadamente, todo estas maravillas que pude disfrutar y que he contado hasta ahora no dudaron muchos años más, porque a principios de la década del 90, al máximo líder de la Revolución se le “ocurrió” que el país podía obtener una entrada inimaginable de divisas explotando intensivamente la “industria sin chimeneas”, el turismo – algo que antes del triunfo de la Revolución era un hecho concreto – y como en otras tantas ocasiones, sus “ocurrencias” se transformaron en decisiones incuestionables, después de 30 años perdidos sin apenas invertir en este sector, y el país se volcó a partir de ese momento a lograr ese objetivo, aunque contando con una infraestructura en ese entonces prácticamente abandonada e insuficiente. Debido a ello, la decisión fue que todas las instalaciones hoteleras de la isla que tuvieran las mínimas condiciones se dedicaran por completo al turismo internacional, no permitiendo que los naturales de la isla tuvieran acceso a ellas, comenzando, de esa forma, otra de las más tristes y vergonzosas etapas que a lo largo de los años de Revolución sufrieron los cubanos, el de ser discriminados en su propio país.



Discriminación


Esta modalidad de “apartheid” cubano, donde solo se cambiaba el motivo racial por el de la nacionalidad, se mantuvo por casi 2 décadas sin que los cubanos pudieran entenderlo, hasta que, en el año 2008, Raúl Castro, al sustituir en el poder a su hermano enfermo, puso fin a esta denigrante medida discriminatoria, planteando cínicamente que estaba “sorprendido” cuando supo la noticia.


Por supuesto, en esta ocasión ya el panorama en los hoteles para los cubanos había cambiado y era muy distinto al que yo tenía a finales de los años 70. Por una parte, la gran mayoría de los hoteles que no fueron de interés para la industria turística, fueron literalmente abandonados y por consecuencia, se destruyeron. Por otra parte, en el año 2008, el salario promedio en el país era de unos 400 pesos cubanos (equivalente en aquella época a unos 17 dólares) y la tarifa mínima de estancia de una noche en los hoteles que habían sido destinados al turismo internacional era de unos 75 dólares, casi 4 veces y media el ingreso promedio de una persona al mes. Como se puede entender, los únicos que podían permitirse el lujo de hospedarse en un hotel de esa categoría eran los cubanos que recibían remesas familiares del exterior y los empleados de embajadas y empresas extranjeras, con sueldos muy por encima de los estatales. Nuevamente se abría una inmensa brecha social y muchos cubanos continuaron en la misma situación que antes de la medida, lo que fue motivo de una gran frustración.


Después de muchos años sin regir en Cuba esta prohibición inicialmente explícita, recientemente, al parecer los directivos del régimen cubano, copiando burdamente a sus antecesores, han querido devolverle su antiguo "esplendor" a esta joya discriminatoria del pasado, tan criticada dentro y fuera del país, y aunque no de forma directa, han adoptado medidas para nuevamente, no permitir la entrada de los cubanos a los hoteles. Esta “nueva normativa” que sufren los cubanos de a pie, aunque no está amparada en ninguna resolución oficial, viola totalmente sus derechos constitucionales, una violación que, por cierto, ya no asombra a nadie en Cuba, no solo porque vendría a sumarse a otras muchas prácticas inconstitucionales que se realizan a diario en el país, sino porque ya otras generaciones la padecieron antaño y resulta más de lo mismo, convertir a los cubanos una vez más en parias dentro de su propio país.


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